
Galeria de segundos congelados y fragmentados por un ojo mecánico,
pero con sangre y alma de quien aprieta ese pequeño botón, para compartir con nosotros
aquello que lo ha impactado...
Tina Modotti
Manuel Alvarez Bravo

Tina
Modotti
Por Mónica Gameros
Elena
Poniatowska y los 100 años de Tina Modotti
Su
manifiesto sobre fotografía
Assunta Adelaide Luigia
Modotti, era el verdadero nombre de la mujer italiana a quien México conoció como
Tina Modotti
Tina nació en Udine, Italia, el 17 de
agosto de 1896. A los diecisiete años emigró a los Estados Unidos con su familia.
Trabajó en Hollywood como estrella de reparto
y poco después obtuvo pequeños papelillos. En 1921 conoció a Edward Weston, excelente
fotógrafo norteamericano que le enseñó a usar la cámara durante su estancia juntos en
la Ciudad de México.
Weston, amigo y compañero sentimental,
la guió en la técnica pero también le proporcionó la libertad suficiente para que
creara un estilo propio (ver manifiesto de fotografía de Tina Modotti).
El legado de Weston no surgiría sino
hasta que Modotti se hace militante del Partido Comunista de México, en 1927, y
compañera de figuras importantes como el muralista Diego Rivera.
En 1922 llegó a México donde conoció a Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros, ambos
pilares del muralismo mexicano y miembros del Partido Comunista.
Tina Modotti, participó
activamente en la campaña "Manos
fuera de Nicaragua" en apoyo a la lucha de
Augusto C. Sandino
y ayudó a fundar el
primer comité antifascista italiano.
En 1928 conoció a Julio Antonio Mella, dirigente
estudiantil cubano, en una manifestación en protesta por la ejecución de Sacco y
Vanzetti. Mella sería su compañero de vida y militancia, y fue
asesinado en presencia de Tina, en las calles del centro de la Ciudad de México, a
manos de agentes secretos de Cuba
A principios de 1930, fue expulsada de México
acusada injustamente de conspirar para asesinar al Presidente.
Llegó a Alemania a mediados
de 1930. Viajó a la Unión Soviética donde se reencontró con Vittorio Vidali, a quién
había conocido en México. Participó en el Socorro Rojo Internacional.
Mujer con bandera negro
anarco-sindicalista, 1928
En 1934 partió hacia España. Después de la rebelión militar en
1936, se alistó al Quinto Regimiento y trabajó con las Brigadas Internacionales, con el
nombre de María, hasta el fin de la guerra.
En 1939 regresó como asilada a México, donde continuó con su actividad política a
través de la Alianza Antifascista Giuseppe Garibaldi.
En 1940, el gobierno de Lázaro Cárdenas
anuló su expulsión de 1930 y la recibe de nuevo en el país.
TIna murió, de un ataque cardiaco, a bordo de
un taxi, el 5 de enero de 1942.
Elena Poniatowska
Escritora mexicana, quien en honor a
Modotti nos ofrece el siguiente texto, publicado en diario mexicano La Jornada
Los cien años de
Tina
Modotti /I
Los cien
años de Tina Modotti /II
Los cien
años de Tina Modotti /III
Hoy, 16 de
agosto de 1996 Tina Modotti estaría a un día de cumplir cien años porque nació el 17
de agosto de 1896, como lo establece Sarah M. Lowe, a diferencia de Christiane Barckhausen
y
mía, que creemos que es el 16 porque Christiane encontró su registro en la parroquia de
Santa María delle Grazie de Udine, con fecha 27 de enero de 1897: ``Assunta, Adelaide,
Luigia --hija
legítima de Giuseppe Modotti, de profesión mecánico, y de Assunta Mondini, encargada de
las tareas del hogar, ambos residentes en Via Pracchiuso número 11, nacida el 16 de
agosto de 1896--
fue bautizada hoy por don Antonio Cecutti, sacristán y delegado del párroco suscrito.
Padrino de bautizo fue Antonio Bianchi de la Via
Grazzano, peluquero, y los asistentes fueron Demetrio Canal, zapatero de la Via S.
Lázzaro y Lucía Mondini domiciliada en Via Pracchiuso 113, institutriz.'' Sara
M. Lowe, autora del catálogo más completo de fotografías de Tina Modotti, es la última
de los estudiosos en publicar los descubrimientos más recientes acerca de la vida y la
obra de la fotógrafa.
Tina nació en Udine, una pequeña ciudad de fábricas textiles en el norte
de Italia, muy cercana a Trieste, el puerto del Adriático de donde zarparon Maximiliano y
Carlota para venir a México y en el que vivió James Joyce, amigo del escritor Italo
Svevo, muy cercano también a las ruinas del castillo de Duino, cuya elegía hizo Rainer
María Rilke.
De haber logrado llegar a los cien años, ¿viviría entre nosotros? Probablemente no.
Vittorio Vidali o Enea Sormenti o Victor o Raymond o Carlos J. Contreras o el Comandante
Carlos de la Defensa
de Madrid, su último compañero salió a Italia el 23 de enero de 1947 para no regresar
jamás aunque dejó en nuestro país a grandes amigos, entre otros a Vicente Lombardo
Toledano y a Rafael
Carrillo. A propósito de Modotti, Carrillo dijo en una entrevista concedida en septiembre
de 1981 que si Vidali no se ocupa en revivirla, Tina dormiría el sueño de los justos.
Nadie, o casi, la recordaría porque las comunistas,
salvo las que quisieron llamar la atención sobre sí mismas, como
Benita Galeana y Concha Michel, disfrutan la paz de los sepulcros en nuestro país. ¿O
alguien recuerda a Cuca Barrón de Lumbreras, a María Luisa Carrillo, a Gachita Amador, a
Luz Ardizana,
a la primera esposa de Valentín Campa, a Laurita Vallejo? ¿Alguien recuerda a Clementina
Batalla de Bassols? Por una pura casualidad (y en cierta forma sospecho que por
remordimientos), Vidali
reunió las fotografías de Tina Modotti en una edición del Círculo Elio Mauro, Tina
Modotti garibaldina y artista, y la publicó en Trieste con datos incompletos porque el
mismo Vidali confundía no sólo nombres y fechas sino las fotografías de Weston con las
de Tina. Decía de sí
mismo que no tenía gran sensibilidad artística.
Confesó que cuando Mildred Constantine viajó a
Trieste para entrevistarlo se enteró más o menos de quién había sido su compañera.
Más tarde, al leer el libro: Tina Modotti, a fragile life descubrió aspectos de su vida
que desconocía por completo.
Vidali conocía bien la infancia de Tina porque compartió las mismas
condiciones de pobreza. El también era friulano, de la región del Véneto, y Mercedes
Modotti, la hermana mayor de Tina, fue su ama de casa hasta que ella murió. Vidali trató
a la familia de Tina, a su sobrino Tullio, hijo de Gioconda o Valentina, a Yolanda en Los
Angeles, a Benvenutto. A Tina lo unía su pasado campesino, las mismas condiciones
sociales, la pobreza que los hacía tomar agua con un poco de vinagre para fingir que era
vino, la emigración a Austria en busca de trabajo, como nuestros braceros que atraviesan
el río Bravo, pero no supo nunca nada de su vida en Hollywood, de sus
pininos como actriz, de sus actuaciones en las Filodramáticas del ``Little Italy'', de
sus lecturas de Joyce y Ezra Pound. Toda su vida intelectual se le escapa e incluso más
tarde en México, Vidali
tampoco celebra que Diego Rivera pinte a Tina porque le parece un farsante.
Lo que si le impresionaba mucho (porque guardó
cuidadosamente el documento y lo enseñaba con dolor) es que la policía italiana, al
perseguir a Tina Modotti, la acusara entre otros delitos de prostitución en 1911 cuando
era sólo una niña. Lo cierto es que el primero que lanzó a Tina Modotti sin saberlo fue
Vidali con su Tina Modotti, garibaldina y artista.
En Trieste, cuando lo
visité durante la semana del 16 al 23 de septiembre de 1981, preguntó con insistencia
por su tumba, cuál era su estado, quién la cuidaba. Cuando le dije que estaba
abandonada, una sombra de tristeza pasó sobre su rostro de
ochenta y un años. En efecto se trata de una tumbita humilde en la quinta sección del
panteón de Dolores. Se ha cuarteado la lápida con el perfil de Leopoldo Méndez y ya no
son muy claras las
palabras de Pablo Neruda. Entre ellas crece el pasto y hay que barrer con la mano las
hojas secas.
Dice en un rinconcito:
Tina Modotti. Panteón de Dolores. Clase 5a. Lote 5. Línea 28. Sepultura 26.
Tina está a ras de suelo, su mejilla pegada a la tierra como una almohada de su
predilección.
El poema de Neruda lo corrobora: ``Tina Modotti,
hermana, no duermes, no, no duermes; /tal vez tu corazón oye crecer la rosa/ de ayer, la
última rosa de ayer, la nueva rosa...''
De que Tina fue férrea no nos cabe la menor duda. Su voluntad fue inquebrantable, su
disciplina también. Su fanatismo es el de los conversos y seguramente pensó que tenía
que expiar su corto
pasado de actriz de Hollywood y entregarse ferozmente a la causa.
Ella no tenía mucho con qué ser feroz. Era una mujer
de pequeña estatura, de cuerpo muy bello, de rostro muy expresivo, como lo
muestran las fotografías que le tomó Edward Weston mientras recitaba poesía.
Amaba mucho a sus padres y a sus hermanos. Le
entristeció no poder tener hijos. Amó con pasión, sobre todo a Julio
Antonio Mella, el quinto de sus seis amantes, Roubaix del Ebrie Richey, Edward Weston,
Pepe Quintanilla, Xavier Guerrero y Vitorrio Vidali. (Son poquitos. Una francesa me
aseguró que había
que tener doce). Monna Teixidor, que salía al campo con ella y Edward Weston, Rafael Sala
y Felipe Teixidor, siempre consideró que el valioso, el artista era Edward Weston y que
ella, aunque
hermosísima y sensible, era una ignorante. Sin embargo, a lo largo de toda su vida, Tina
demuestra su deseo de saber y su emoción ante la obra de arte. El 25 de junio de 1927 le
escribe a Weston:
``Dios mío, Edward, tus últimas fotos me sacaron el
aire. Frente a ellas me quedo sin habla. Qué pureza de visión comunican. Cuando abrí el
paquete no las pude mirar por mucho tiempo porque
estremecían todos mis sentimientos internos hasta el grado de lastimarme.
``(...) Tengo tus fotografías aquí enfrente. Edward, nada antes en el arte me había
llegado como estas fotos, no las puedo mirar mucho tiempo sin sentirme excesivamente
perturbada. No sólo me
trastornan mentalmente sino también físicamente. Hay en ellas algo muy puro y al mismo
tiempo muy perverso. Contienen tanto la inocencia de las cosas naturales así como la
morbidez de una
sofisticada mente distorsionada. Me hacen pensar en lilas y en ambiciones al mismo tiempo.
Son místicas y eróticas''.
El 7 de julio de 1925 volvió a escribirle a su maestro tal y como lo tradujo del inglés
Antonio Saborit:
``Como podrás darte cuenta, Edward, no he sido muy creativa, menos de una impresión al
mes. ¡Es lamentable! Y sin embargo no es tanto la falta de interés como la falta de
disciplina y de capacidad
para la ejecución. Ahora estoy convencida de que en cuanto a la creación se refiere
(aparte de la creación de especies) las mujeres estamos negadas. Son demasiado inferiores
y les falta poder de
concentración y la facultad para clavarse en una cosa.
``¿Es este otro comentario excedido? Tal vez lo sea, si es así, pido humildemente el
perdón de las mujeres. Tengo el imperdonable hábito de generalizar siempre una opinión
sacada principalmente del
análisis de una persona únicamente. Y hablando de mi persona: no puedo, como me lo
propusiste alguna vez, resolver el problema de la vida extraviándome en el problema del
arte. No sólo no
puedo hacer tal cosa, sino ni siquiera sentir que el problema de la vida obstaculice mi
problema del arte.
``¿Y ahora qué quiere decir esto de `mi problema de la vida'? Se trata sobre todo de un
esfuerzo por separarme yo misma de la vida para lograr dedicarme por completo al arte.
``Y sé que exactamente aquí tú vas a decir: `El arte no puede existir sin la vida'.
Sí, lo acepto, pero debería haber un balance más equilibrado de los dos elementos, ya
que en mi caso la vida lucha
todo el tiempo por predominar y el arte es naturalmente el que paga.
``Por arte me refiero a cualquier tipo de creación. Tú me podrías decir que cómo en
mí es más fuerte el elemento de vida que el elemento de arte, debiera resignarme y hacer
lo mejor que pueda.
Pero no puedo aceptar la vida como es, es demasiado caótica, demasiado inconsciente, de
aquí queme le resita, que la combata, todo el tiempo estoy luchando por moldear mi vida
según mi
temperamento y mis necesidades, en otras palabras, pongo demasiado arte en mi vida,
demasiada energía y en consecuencia no me queda mucha para dedicarla al arte.
``Este problema de la `vida' y el `arte' es mi tragicomedia. El esfuerzo que hago por
dominar la vida es una energía desperdiciada que podría emplearse mejor si yo la
dedicara al arte. Podría tener más
que mostrar. Tal como está, mis esfuerzos se desperdician casi siempre, son inútiles.
``Por eso digo que las mujeres están negadas (otra vez estoy generalizando), bueno, al
menos yo estoy negada en lo que a la creación se refiere''.
Tina nunca hizo declaraciones rimbombantes acerca de su obra: ``Soy una fotógrafa y nada
más'', escribió. Su actitud siempre fue modesta, su vestuario también, una chaqueta
negra, una falda negra,
unos zapatos de trabita de tacón bajo, una blusa blanca. Hacía todo lo posible por pasar
inadvertida. Peinada con un severo chongo, casi no tomaba la palabra en las asambleas del
partido.
Se volvió cada vez más rigurosa consigo misma. Se
exigía mucho, trabajaba con disciplina hasta caer exhausta. Tampoco le gustaba hablar en
público, aunque después del asesinato de Mella
participó en varios actos antifascistas de protesta por la muerte de Gastone Sozzi, un
obrero italiano asesinado. En diciembre de 1929 le regaló a Baltasar Dromundo una fotito
de ella muy triste tomada
por Weston en 1924 y le hizo una dedicatoria:
``Baltazar, ninguna palabra podría expresar mejor que la expresión de esta cara la
tristeza y la pena que siento en no poder dar vida a todas las maravillosas posibilidades
que entreveo y que existen ya
en germen, y que sólo esperan el `fuego sagrado' que debería proceder de mí pero que al
buscarlo encontré apagado. Si me permites emplear la palabra derrota en este caso, te
diré que la derrotada me siento yo por no tener más nada que ofrecer y por `no tener
más fuerzas para la ternura'. Y tengo que admitir esto, yo, que he siempre dado tanto de
mi, he dado todo de mí con esa exaltación
que transforma la dádiva en la más grande voluptuosidad para el que da. He aquí por
qué me gustó tanto y repito aquí: `¡Fraternidad espiritual de hoy y de siempre!''
En San Francisco, y sobre todo en Los Angeles, en los años veinte, Tina Modotti había
vivido bajo la influencia de John Cowper Powys, escritor e inspirador de modos de vida
bucólicos y hedonistas.
El culto de John Cowper Powys era el de la belleza. También era el de Robo de L'ABrie
Richey, norteamericano cuyo verdadero nombre (según lo descubrió Sarah Lowe) era Abby
Richy, quien
pensó que un apellido francés le daría más categoría. Tina Modotti vivió con él y
fue su modelo.
Lo ayudó a imprimir batiks. Insatisfecha consigo
misma, aspiraba a algo más, pero ¿qué?
Los cien años de Tina Modotti/II
En Los Angeles, las luces de Hollywood se tragaban la vida de los ilusos. No había más
que un objetivo: ser actriz o de perdida escenógrafo, con tal de entrar a ese mundo
deslumbrante. Tina
cayó en la trampa. Sus películas mudas habrían de producirle más tarde en México
mucha risa, sentada en una butaca del cine Bucareli, al lado de Edward Weston.
Protagonista de The Tiger's
Coat, junto al alto y narigón Lawson Butt, de Riding with death y de I can explain,
películas mediocres, conoció el mundo del glamour y, aunque no ocupó una silla de lona
con su nombre
escrito en el respaldo, se volvió símbolo sexual.
Su belleza era la de la gitana, la mujer fatal, la del
puñal atravesado en la boca, la exótica de los ojos negros y cabello rebelde, la morena
de rasgos mediterráneos y, por lo tanto, latinos. Había que subrayarla, sacarle partido.
En The Tiger's Coat, como un presagio de lo que viviría después, Tina Modotti es
mexicana.
Si en Hollywood su carrera no fue fulgurante, su amor por el fotógrafo Edward Weston sí
lo fue.
Tina quiso bien al lánguido y poético Robo, pero el amor loco fue para Edward,
``Eduardito'', como llamaría en México a su maestro de fotografía. A lo largo de casi
toda su vida, Weston seguiría
siendo su interlocutor verdadero.
Robo pavimentó el camino de Tina a México. Acudió al llamado de un personaje
enigmático en la literatura mexicana, Ricardo Gómez Robelo, Rodión, exiliado en Los
Angeles. El arte mexicano lo
fascinó y murió de viruela el 9 de febrero de 1922 en la tierra que el consideró el
paraíso de poetas y artistas.
En 1923, Tina Modotti llegó para quedarse en la capital de este país inmenso, lleno de
tierras por descubrir. En esos años, aparecían en nuestro mapa, coloreadas de amarillo,
innumerables zonas
arqueológicas, bosques, ríos, indios, fiestas y costumbres aún inexploradas. Tina miró
con asombro los valles que se extendían frente a ella y las cabezas ensombreradas de los
mexicanos, y bajo los
sombreros, los rostros morenos que no querían entregarse, miró las chozas casi vacías
de tan miserables y pensó que este era un país en el que ella tenía que empezar de
nuevo.
Encontró la belleza que Robo había exaltado en sus cartas urgiéndola a venir a México:
``Para mí, en la figura solitaria envuelta en un sarape, recostada en el crepúsculo en
la puerta de una pulquería,
o en una hija azteca de color bronce que amamanta a su hijo en una iglesia, hay más
poesía de la que se podría encontrar en Los Angeles en los próximos diez años''.
Tenía razón Robo. Había belleza en los cambios impredecibles de la naturaleza, en los
proyectos del secretario de Educación José Vasconcelos, en las misiones culturales, en
el movimiento estridentista
de Maples Arce, Lizt Arzubide, Arqueles Vela y otros, en el Café de Nadie, en la emoción
producida por la Escuela de Arte al Aire Libre de Ramos Martínez, en la que todo era
gratuito: clases, comida, lienzos, colores, musas; la única condición, querer aprender.
Al conocer al país, Tina descubría en ella zonas desconocidas. Le pasaba lo que a
México. Regiones inexploradas de sí misma amanecían todos los días ante sus ojos.
Introdujo a Weston a México.
¡Qué bonito poder regalarle un país al amante!,
decirle: ``Tómalo entre tus brazos como a mí''. El era su maestro en fotografía pero
ella era la única que podía traducirle a México. Weston lo escribió en sus Daybooks y
en cartas a su mujer Flora May Chandler, la madre de sus cuatro hijos, de quien además
recibía dinero para su sustento; le decía que podía estar tranquila, que la ayuda de
Tina era invaluable y que
como fotógrafa adelantaba a pasos agigantados, que trabajaba para él en pago de
alojamiento y manutención. En la gran casa de El Buen Retiro, en la avenida Hipódromo
número 3 de Tacubaya, maestro y discípula durmieron en cuartos separados.
México le enseñó a Tina a ver. En el pueblo de Tacubaya, Tina Modotti regresó a la
atmósfera de su infancia, a las calles de Udine, a las filandas, los telares, a la lucha
social, a los que salen cada día
a ganarse la vida. ¿Por qué se reconoció a sí misma en nuestro país? Por su
confrontación con la pobreza. Edward Weston habría de escribir en sus Daybooks que ``los
años en México influyeron
en mi forma de pensar y de vivir. No tanto en la relación con mis amigos artistas como la
cercanía menos directa de una raza primitiva. Antes de llegar a México me rodeaba la
acostumbrada masa de
burgueses estadunidenses -vetada por algunos amigos sofisticados-. No sabía nada de la
gente sencilla del campo. Y su expresión me ha vivificado, experimenté el subsuelo''.
En México afloró uno de los rasgos del carácter de Tina Modotti: la compasión, asumir
a los demás, hacerlos parte de ella misma. No era una compasión sensiblera, era un
movimiento del alma que la
sensibilizó al mal que padecen los demás. Fue en México también donde regresó a la
angustia, la primera, la esencial, la que se pregunta por qué y para qué vivo, por qué
lo tengo todo, me
resguardan los muros de El Buen Retiro y los otros allá fuera no tienen nada. Puede ser
que en Moscú, en 1930, aflorara su fanatismo, pero hay que recordar que ya en 1929 los
jóvenes militantes
del Partido Comunista rogaban que a la hora de su muerte los llevaran en barco hasta ``la
Moscú querida'', tal y como lo dijo Rafael Carrillo en el entierro de Julio Antonio Mella
al canjear la tierra mexicana por la rusa, que desde luego le parecía mejor sepultura.
L'amour fou había estallado en Los Angeles, pero entre los mexicanos Tina y Edward se
volvieron una leyenda y, más tarde, Tina sola, piedra de escándalo. Era singular que una
mujer y un hombre
vivieran, sin estar casados, bajo el mismo techo; se autonombraban maestro y discípula y
no le tuvieron el menor miedo al qué dirán. Vivir en esa forma no se acostumbraba, Diego
Rivera, el
gigante, estaba casado por la Iglesia con Lupe Marín, José Clemente Orozco con Margarita
Valladares, Bertram y Ella Wolfe, comunistas, eran marido y mujer.
Menos aún se acostumbraba que la mujer anduviera sola
por su lado, no se pusiera medias, fumara en la calle como chacuaco y
saliera en la noche sola, a los lugares de moda: Los Monotes, del hermano de José
Clemente Orozco, La Tapatía, El Lírico. Una mujer sola con cinco hombres en El Lírico
viendo a las encueradas, ¿quién era esa desfachatada? Claro, era extranjera, como todas
las que vienen a hacer en México lo que no les permiten en su país. Nuestra capital, a
pesar de todo su Renacimiento, era provinciana y el peso de la religión caía inmenso. A
las soldaderas de la Revolución, de la cual
todavía se oían los disparos, se les llamaba ``galletas de capitán'', putas al servicio
del ejército.
Para que una mujer se diera a respetar en México,
debía permanecer como la escopeta, cargada y en un rincón. Las que salían a la calle
debían estar locas de remate. Anita Brenner o Frances Toor, claro,
eran fuereñas. Tina, que atraía todas las miradas, ofendía sin darse cuenta.
Tina, Edward y el hijo de Edward, Chandler, a la primera lluvia subían desnudos a la
azotea a correr entre los tinacos. Lo hacían por juego y porque eran hermosos y jóvenes.
Edward, vegetariano,
creía en los ejercicios al aire libre, los baños de agua fría, el contacto con la
naturaleza, los alimentos sanos, las frutas, las verduras, los cereales, la miel de abeja,
las almendras... Nada de grasa, ni en la
comida ni en el cuerpo. Compartía su credo con los suyos. Levantar los brazos y el pecho
desnudo hacia la lluvia era una purificación. Tina pronto aprendió la lección, ajena a
los comentarios de los
vecinos. Otra mujer hacía lo mismo en la azotea del convento de la Merced, bajo sus arcos
moriscos: Carmen Mondragón, bautizada Nahui Olín por su amante el Dr. Atl, que se
bañaba en los
tinacos y cuando se quejaron los vecinos diciendo que les llegaba sucia el agua declaró:
``Si toman píldoras del Dr. Ross (purgantes) bien pueden bañarse en agua del Dr. Atl''.
La reputación de Nahui
Olín andaba por los suelos, pero ésa, al menos, era loca y mexicana y además hija de un
general de la Revolución, a quien bien podría ocurrírsele defenderla de un balazo. En
cambio Tina, la recién
llegada, era loca e italiana y a los extranjeros perniciosos se les aplicaba (por
inmiscuirse en la vida del país, que bien podían ser faltas a la moral) el artículo 33.
Tina Modotti, consciente o no, corrió riesgos de toda índole en un país peligroso en el
que todavía estallaban impredecibles revueltas, todavía humeaban las armas calientes. Al
vivir en unión libre, proclamar su libertad y dejarse enamorar por otros, Tina se
singularizaba; al formar parte del grupo de Diego Rivera y Lupe Marín, a quienes Weston
admiró desde el primer momento, entraba a un mundo proscrito por la burguesía y las
damas de la vela perpetua, para quienes el muralista no era sino un dibujante de monotes
feos, de indios patarrajadas, de mujeres trenzudas y prietas; reinvindicaba a la plebe, al
peladaje. Para Weston, en cambio, que Diego escogiera a Tina para figurar en algunos de
sus murales significó un alto honor. Sin ninguna arriere pensée, la fotógrafa posó
para él desnuda, el pelo cubriéndole la cara, en Germinación y Tierra virgen; y más
tarde vestida, en el patio de la Secretaría de Educación Pública, en Arsenal,
repartiendo armas al lado de Cristina Kahlo, hermana de Frida.
La efervescencia en torno a los murales era el momento más alto de la creación de
nuestra identidad cultural; el muralismo y la figura de Diego Rivera proveían el material
polémico. Rescatar el pasado,
reivindicar a los indígenas. Orozco, Rivera y Siqueiros se peleaban entre sí y daban de
qué hablar. Era fácil que Tina se contagiara; visitaba a los pintores en sus andamios,
la recibían como a una
reina. A todos, hasta al huraño José Clemente Orozco, les encantaba verla llegar
curiosa, enérgica y feliz. La deseaban. Agradecían su presencia. La integraban a la vida
intelectual y la consideraban una
parte esencial. Tina era parte del proceso histórico del país que estaba creándose.
Pertenecer a este momento del arte mexicano era una verdadera distinción; nada la había
estimulado jamás en esa
forma. Por fin se había encontrado a sí misma. Era parte de la Revolución, la social y
la estética, era un miembro activo de una cultura en formación, de la alfabetización de
los campesinos, el
reconocimiento a los indígenas y a la grandeza del pasado.
Los cien años de Tina
Modotti /III
``Te crees azteca'', habría de reír alguna tarde Edward Weston. ``O te visualizas como
una Adelita en la Revolución''. México sí que era un país auténtico en busca de sí
mismo. Los intelectuales tenían
vocación de misioneros; el desinterés y la nobleza se pintaban en los rostros
inteligentes, sensibles, de quienes forjaban al nuevo país. Partícipe apasionada, nunca
tendría con qué agradecer el don
inmenso de la vida en México. Los pintores, los escritores ansiaban ser fotografiados por
la Modotti. Xavier Guerrero, el grabador y dibujante comunista, se había enamorado
de ella. Tina vio
al Chac Mol en su cuerpo fuerte. Lo llamaban El teponaxtle porque parecía un tamborcito.
Diego Rivera le decía ``El mono con sueño'' porque se dormía en
el autobús, su portaviandas entre las piernas, de camino a la calle de Mesones, sede del
PC y de la redacción de El Machete. También
decía que se había encogido la única vez que se bañó en agua caliente. (Diego además
de mentiroso era bien burlón).
En los primeros minutos del 17 de agosto, día de su cumpleaños
número 100, mariachis, artistas, intelectuales, cantaron Las
mañanitas a Tina Modotti al pie de esta fotografía monumental,
así inaugurada, en la azotea de la que fue su casa --que se
convertiría en museo-- en la colonia Condesa.
Foto: Guillermo Sologuren
Fue Xavier quien convirtió a Tina al comunismo y le despertó la conciencia. La orilló
al olvido de sí misma para entregarse a los demás. A partir de entonces Tina sólo se
preocupó por tomar fotos
para El Machete el órgano del Partido Comunista. Reprimió sus impulsos pequeñoburgueses
para volcarse en los niños callejeros, las madres que amamantan a sus hijos, los
campesinos que luchan
por tierra y libertad, los albañiles que suben su cruz a cuestas en las construcciones.
Ella también le regalaría al pueblo de México un símbolo de su
revolución, el maíz, la guitarra y las cananas, o la hoz. Ella también colaboraría al
significado político de lo que estaba sucediendo.
¿Hacia dónde iba México? ¿Cuál era su destino? ¿Sería socialista como la Unión
Soviética? ¿Qué buscaban en México los agentes enviados por la Comintern que se
afanaban en torno del joven
Partido Comunista Mexicano y querían imponer sus directivas? ¿Qué pretendía el
italiano Enea Sormenti que viajaba continuamente no sólo a la América Latina sino a
Moscú?
Después del mundo del arte debe haber sido muy duro para Tina renunciar a su libertad en
aras del Partido Comunista bajo la mirada severa de Xavier Guerrero. Dos años antes, en
una carta a
Edward Weston el 2 de abril de 1925, escribía:
``Bueno Edward, espero que te carcajees de mí, yo ya lo hice y eso vas a hacer a menos
que estés de un humor en extremo melancólico: trabajé mediodía (cinco horas), me
refiero a la primera
mañana y cuando salí a casa para almorzar me di cuenta de que no podía regresar. Así
que en lugar de regresar en la tarde le hablé por teléfono a Guastaroba, quien reconozco
que se portó
decentísimo conmigo. Puede que yo sea absolutamente ridícula, Edward, una cobarde y lo
que tú quieras, pero yo tenía que renunciar.
No tengo otras razones en mi defensa más que durante mi
primera mañana de trabajo sentí una protesta de parte de todo mi ser. Fue algo
intuitivo, no razonado, no me permití razonar porque entonces a lo mejor hubiera luchado
contra mi instinto. Lo sé, lo sé. Lo debí pensar y saberlo desde antes, claro que tuve
tiempo, y no me había hecho ilusiones en cuanto al trabajo. Y sin embargo, hasta que
empecé a hacerlo el miedo se apoderó de mí, miedo de que no valiera la pena el
sacrificio que estaba haciendo de mi tiempo.
El trabajo no resultó peor de lo que yo me imaginaba, así que no
fue eso, fue algo más vago y más profundo, las cinco horas del turno matutino fueron
toda una tortura. De no haber sido por la otra ayudante en la tienda me hubiera salido en
la mañana, pero apenas salí supe que era libre y que no regresaría nunca. Ay, querido,
me sirvió haber pasado esta prueba, esta mañana de sufrimiento porque ahora
valoro mucho más mi libertad, mi tiempo, mi vida, todo. Estoy tan embriagada con esta
maravillosa sensación de libertad. Sé, mi amor, que me hice tonta, es tan infantil
haberme esperado hasta que
empecé a trabajar para darme cuenta de que eso era imposible, pero así es y que se ría
de mí quienquiera. Yo misma me río, sobre todo porque estoy tan feliz, tan libre!!!''
Es posible darse cuenta, al leer esta carta, del sacrificio que significó para Tina
permanecer sentada en la redacción de El Machete y dedicarse al servicio burocrático de
los demás, recibir a los
necesitados, apuntar sus problemas y querellas para intentar resolverlos. Tina que tanto
había amado
los colores del sol tecleaba horas enteras en una oficina gris.
Un día cualquiera, en 1927, Xavier Guerrero recibió la orden de salir a Moscú a la
Universidad Lomonosov, y sin más tomó su maleta de cartón y le dijo a Tina que
trataría de reunir el dinero para
que ella lo alcanzara allá. Más tarde Vittorio habría de comentar que él no habría
dejado sola a una mujer como Tina.
En la espera Tina se enamoró de Julio Antonio Mella, lo que le significó un cargo de
conciencia. Lo hizo esperar y lo hizo sufrir. Así como había escrito que tomaba
``fotografías honestas y aceptaba
las limitaciones inherentes a la técnica fotográfica'', así también la honestidad
guiaba su vida personal.
Tina jamás manipuló a ser humano alguno. Es a Guerrero a quien escribió su carta más
hermosa: una carta de ruptura.
Mella, al igual que Guerrero, era un convencido, pero tenía más capacidad de pensar por
sí mismo.
Indomeñable, a sus compañeros comunistas les decía sus cuatro
verdades. (La frase dentro de su máquina de escribir tomada por Modotti es de Trotsky).
Mucho menos dócil, más libre, hay
constancia de que se rebelaba contra las directivas del Partido Comunista.
En el Hoover Institute encontré dos cartas de Rafael Carrillo donde le pone a Mella su
buena criticada. Vivir con Mella era entrar de lleno en el peligro porque el joven líder
estaba condenado a muerte por el dictador Gerardo Machado. El riesgo acrecentó el amor.
Todas sus noches fueron últimas noches. La vida en común de Tina y Mella duró sólo
tres meses. El fue asesinado cuando
ambos caminaban de la mano por la calle de Abraham González, el 10 de enero de 1929.
Weston, en cierta manera, previó el sufrimiento de Tina Modotti al escribir en sus
Daybooks, después de imprimir uno de sus retratos: ``Junto con el de Lupe, es de lo mejor
que he hecho en
México, tal vez lo mejor de todo lo que he hecho. Pero mientras el retrato de Lupe es
heroico, este retrato de Tina es noble, majestuoso, exaltado; el rostro de una mujer que
ha sufrido, que ha
conocido la muerte y la desilusión, que se ha vendido a los ricos y que se ha entregado a
los pobres, cuya infancia conoció la carencia y el trabajo duro, cuya madurez reunirá la
experiencia agridulce de
alguien que ha vivido completa, profundamente y sin miedo.''
Para Vittorio Vidali, el último compañero de su vida, la Tina Modotti de México es
prácticamente una desconocida. Lo dijo en una entrevista y lo escribió en su libro
Historia de mujer. Vittorio no
tenía vínculos con el mundo del arte ni le importaba fomentarlos. El quería encender la
chispa de las revoluciones en Latinoamérica, sus intereses estaban bien delimitados a los
de la Comintern. No
tenía tiempo para leer novelas, no entendía de poetas y locos. Al único artista
mexicano que trató es a David Alfaro Siqueiros, militante como él, y dos de los poetas a
quienes leía eran Miguel
Hernández y Rafael Alberti.
Con Rivera tuvo una pésima relación, lo consideraba un fantoche y a Frida no podía
verla ni en pintura. En la guerra de España sí se mostró muy orgulloso del ``Batallón
del Talento'' y de su amistad con Antonio Machado, Adolfo Sánchez Vázquez, Joris Ivens,
Hemingway, André Malraux, Ana Seghers, Constancia de la Mora, la esposa de Ignacio
Hidalgo de Cisneros, jefe de la aviación republicana y autora del libro sobre la guerra
civil Múltiple esplendor.
Vidali tampoco les hizo justicia a sus antecesores, y me resultó chistoso escucharlo en
Trieste en 1981 hablar mal de los amantes de Tina en la terraza de un café triestino y
darme cuenta que a
tantos años de distancia seguía sintiendo celos.
Se ensañaba sobre todo contra Edward Weston, ``ese neurasténico''. De Xavier Guerrero se
burlaba diciendo que era impermeable y mudo como un ídolo.
Sólo le perdonó la vida a Julio Antonio Mella, ``un muchacho magnífico, deportista, de
1.89 de altura''. Tina acostumbró a lo largo de su vida poner una fotografía de Mella
sobre la pared del
cuarto que habitaban, y cuando murió, al inspeccionar su bolsa, el agente del Ministerio
Publico encontró junto a su pañuelo y las llaves de la casa una fotito ovalada de esas
de pasaporte.
Vittorio, conocido en México como Enea Sormenti, dirigente y hombre de confianza del
Soviet Supremo, miembro destacado del Socorro Rojo Internacional, líder con mucho carisma
entre los
comunistas mexicanos (aunque muchos también, como Dionisio Encina, lo detestaban porque
imponía directivas y purgaba a quienes se atrevían a oponérsele), estuvo muy cerca de
Tina y la
acompañó la noche fatal del asesinato de Mella el 10 de enero de 1929.
Su
manifiesto sobre fotografía
Me
considero una fotógrafa y nada más, y si
mis fotografías se diferencian de lo generalmente producido en este campo, es que yo
precisamente trato de producir, no arte, sino fotografías honradas, sin trucos ni
manipulaciones, mientras que la mayoría de los fotógrafos aún buscan los efectos
artísticos o la limitación de otros medios de expresión gráfica, de lo cual resulta un
producto húbrido y que no logra impartir a la obra que producen el rasgo más valioso que
debería tener: la calidad fotográfica.
La fotografía, por el hecho mismo
de que sólo puede ser producida en el present y basándose en lo que existe objetivamente
frente a la cámara, se impone como el medio más satisfactorio de registrar la vida
objetiva en todas sus manifestaciones; de allí su valor documental, y si a todo
esto se añade sensibilidad y comprensión del asunto, y sobre todo, una clara orintación
del lugar que debe tomar el campo del desenvolvimiento histórico, creo que el resultado
es algo digno de ocupar un puesto en la producción social, a la cual todos debemos
contribuir.
Texto introductorio a
la exposición de Tina Modotti en México, en 1929 |