CARTA ABIERTA A JUAN GELMAN
Es doloroso ver que en este país lacerado por esos fuertes golpes de la vida que describía Vallejo en “Los Heraldos Negros”, otro poeta como Ud., utilice esas heridas para entremezclar intencionadamente tanto verdades como mentiras y ocultamientos (Página 12, 13/7).
Junto a reflexiones acerca de la culpa y la responsabilidad en la Argentina de hoy, que bien podríamos suscribir, hay afirmaciones acerca de la lucha antidictatorial que duelen y lastiman, por su injusto resentimiento. Y me resulta difícil creer que un político como Ud., ex-comunista y ex- dirigente montonero, las realice sin intención de dañar. El crimen sobre sus seres queridos no lava sus propias responsabilidades ni le otorga impunidad para difamar a quienes, fallecidos, ya no pueden defenderse.
Señala, correctamente pero con sugerentes omisiones, la responsabilidad de una parte de la dirigencia política y su complicidad con la dictadura, ignorando el papel jugado por otros valientes y lúcidos exponentes de esos mismos partidos, que se jugaron en las denuncias y en los reclamos en los tiempos más difíciles. Nada dice, tampoco, de la posición de Montoneros y la suya personal en el desprecio suicida del peligro de golpe, de la acusación, a quienes lo advertíamos, de “hacerle el juego a Isabel” y a la derecha, “agitando el fantasma” de un golpe que “ya se había dado”. ¿Nada de eso recuerda Sr. Gelman? ¿Olvida su responsabilidad?
El desprecio a la política, a los políticos y a la misma democracia parece ser el mismo de entonces. ¿No aprendió nada? ¿Fue lo mismo la “democracia burguesa” que la posterior dictadura militar, como recitaban? ¿Nada hay para revisar en su propia trayectoria, para que pontifique desde su altar como un renacido dios griego, repartiendo bendiciones y condenas con la misma soberbia de los ‘70?.
Ud. pone en la misma bolsa a los cómplices, con aquellos que aún con posiciones políticas discutibles cumplieron una heroica lucha por presos y desaparecidos, desde el momento mismo del golpe, casi siempre sin ser familiares directos de las víctimas. Es el caso, entre otros, de mi padre, Fernando Nadra, fallecido en 1995, a quien Ud. nombra obsesivamente en sus artículos con sospechoso rencor, que casi supera el de los recientes “descubrimientos” menemistas acerca del pasado procesista de algunos periodistas. Es también el ejemplo de otros abogados y activistas designados a la defensa de los derechos humanos, quienes como la Dra.Teresa Israel pagaron con su vida su lucha, sin preguntar la filiación política del detenido o secuestrado por quién reclamaban.
Ud., Sr. Gelman, no tiene derecho a ocultar y desconocer que a horas de producido el golpe, contra el que Nadra luchó antes que se concretara (mientras era casi deseado por dirigentes Montoneros con la irracional consigna que “aclararía las cosas” y haría “patentes las contradicciones”), mi padre fue uno de los impulsores de esas acciones, personales y multipartidarias, contra los secuestros y por la libertad de los presos. Que recorrió, sin medir consecuencias, cuarteles y comisarías para salvar -en no pocos casos- a hombres, mujeres y jóvenes, que hoy integrarían las listas de desaparecidos. Si estuviera en el país, y tuviera los ojos y los oídos sensibles para otra cosa que no sea su “vox dei”, hubiera podido ver a algunos de esos sobrevivientes acompañándonos cuando falleció, hace ya casi dos años.
Ud. tampoco puede desconocer de buena fe que Nadra, como tantas veces en su militancia, surcada de cárceles y tormentos, engrosó las tristemente famosas “listas negras”, sus libros fueron prohibidos y su vida -como la de cada integrante de su familia- fue amenazada puntual y reiteradamente. Que no abandonó el país y co-organizó y participó de las entrevistas con la CIDH de la OEA, con denuncias que luego permitieron procesar, aún antes de la CONADEP, a personajes como Bignone, Franco, o Chamorro. ¿Que verbalmente defendió --con el énfasis que lo caracterizaba-- las lamentables posiciones oficiales del PC? En los hechos, eso no le impidió ponerse al frente de la mayoría de los militantes activos del partido al que después renunció, quienes a excepción de unos pocos y encumbrados dirigentes “reales”, impulsaron la lucha sindical y por los derechos humanos, a un costo de 1.400 comunistas presos, más de 500 secuestrados, y 130 desaparecidos y asesinados. Lo reconocen y lo valoran familiares de desaparecidos y dignos luchadores de los derechos humanos como el fallecido Lucas Orfanó, Emilio Mignone, y otros. ¿No sabe Ud., que pese a esta valiente lucha, ese hombre fue el autor de la más contundente --quizá excesiva, mirando su espejo Sr. Gelman-- autocrítica personal que se conozca por parte de un político argentino?.
¿Es que Ud. no otorga la comprensión que pide? Pese a que ahora reivindica el democratismo, así sea negándole esa vocación a quienes critica, no parece más que una adecuación a las necesidades del discurso y la época. Lo que es seguro es que no piensa ejercer un poco de autocrítica y modestia, que no perjudica nuestros ideales, ni nuestras razones, si es que los tenemos. Tampoco, y me permito sugerírselo, un poco de respeto por la lucha ajena, que en muchos casos ayudó a salvar a sus propios ex-compañeros, sin descargar entre los que aún soñamos la furia cruel de nuestros perseguidores.
Alberto Nadra
Periodista, Jefe de Redacción de Prensa Latina en Buenos Aires, entre 1976/79. Ex dirigente de la FJC y la Coordinadora de Juventudes Políticas Argentinas (JPA).